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II - Puntos suspensivos



Llueve, deliro y suena un bolero.
Que me pone a pensar, a filosofar,
a descifrar y a lamentar.

Mientras, allí fuera, en las montañas,
se va izando despacito una bandera
de libertad, de perfección,
de poder justo y absoluto,
bandera con la cual
Ella siempre se proclama
pero nadie lo suele notar.

Y con el tiempo,
tal y como sentencian las escrituras
su ira descenderá sobre aquellos
que cegados de ingratitud y soberbia
sueñan de forma altruista
con declararse amos
y señores de su gloria.

Y entre pesadillas
que recrean mares bravíos
y ciudades en ruinas,
se escurre tanta realidad.

Llueve, y es que Ella,
hoy sólo tiene ganas de llorar.

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Perdonen mi locuacidad


Qué grosería sería asomarme al blog a contarles sobre pasajes amorosos, sentimientos contradictorios y demás vivencias y emociones de la juventud mientras el cielo ahí fuera se nos está viniendo encima. Literalmente.

Así que no voy a huir de la realidad a través de la ventana colorida de un cuento de ficción. En su lugar, esta noche vengo a darme un encontronazo con una realidad tan gris como los nubarrones que veo desde mi habitación. Vengo a quejarme, a gritarle al sistema y a reivindicarme. Vengo a decir cuestiones inútiles para desahogar la impotencia y así seguir practicando mi hobbie favorito: Lanzarle palabras al viento, como un tonto le lanza piedra a los aviones.

Pero es que sinceramente, a mí hay actitudes que me saben mal. Qué inconsciencia-porque es que no hay otra forma de describirlo- la de aquellos que se limitan a vivir tras la burbuja, gritando como borregos que todo saldrá bien mientras se sientan a "descansar" del insoportable peso del día a día. Quejándose de que las lluvias arruinaron la reunión en casa de Chucho y que la rumbita del sábado se achantó. De la inminente imposibilidad de disfrutar de las vacaciones decembrinas agarrando un solecito en la playa. Aquellos que llegan a casa completamente hastiados, ahogados y abrumados por el colón de la hora pico, a quejarse de las injusticias de la vida escudándose en sus días aparentemente difíciles. Gente que no come cuento para decirle al resto que dejen el pesimismo y tanta mala vibra.

Gente que no se morirá de una hernia, una subida de tensión o de un infarto, pero sí padecerá de una amargura infinita y de la sensación terrible e insoportable que resulta de la indiferencia crónica, la insensibilidad impuesta y la total ausencia de conciencia ciudadana.

Porque nunca nadie dijo que pa' ser alguien consciente y útil en el presente, hay que ser un mártir nacionalista. Por favor señores, sin demagogias, excusas o manipulaciones, vamos a ponernos los pantalones que ahora es que hay cabos sueltos por atar en este país. Que el cambio nace y se logra a través de cada uno de nosotros. Sin más.

Nota: Guardar silencio en lugar de decir sandeces puede ser también un gran aporte.