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Si los imbéciles pudieran volar.

Si los imbéciles pudieran volar... Esta ciudad sería un aeropuerto, y habría un impresionante tráfico aéreo antes que una cola en la FF.

¿Habría paz? No lo sé. Supongo que sí, porque el grupo es bastante amplio y arropa desde chamitos prepotentes hasta viejos verdes que tienen tantos millones como perversión (estoy siendo condescendiente).

Lo cierto es que tendríamos una mejor ciudad. O un mejor mundo, si nos saltamos líneas fronterizas y ponemos a volar a todos. Aunque seguro los pocos sensatos que quedamos nos dará por perder la cabeza y ser masoquistas para decir "Extraño al imbécil de fulano y sus idioteces". Porque así somos, ¿para qué negarlo? Supongo que lo más sincero que se puede decir es: ¡Todos hacemos el rol de idiota al menos una vez!

Bueno sí, qué descaro el mío. Luego de varios meses por otros lares, vuelvo hoy sin anunciarme para decir cualquiercosa. En fin. Puede que vuelva a escribir algo acá mas no haré promesas que eso, señores, es meterse en camisa de once varas. ;-)

See you soon.

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Días como hoy...

luego de tanto tiempo sin publicar ha llegado la hora, no seré tan elocuente, poético o profusamente interesante como Wen, pero así soy... Diciendo cosas del día a día, comentando, riendo, queriendo, teniendo,... soñando. Existen días como los que me gusta llamar "motivadores", los "funk" y hasta los días normales donde nada interesante pasa, pero aquí empieza: no importa lo brutalmente aburrido que podamos estar, siempre ocurre algo interesante... Fuera de serie, por 1 minuto, por horas... Quizá sólo segundos. En mi lista de días existen esos donde las sorpresas llevan a decepción, claro: hablando de que empieza excelente, dicen una buena noticia pero al llegar la noche todo se arruina, todo al piso, todo mal. Esos días como hoy... Solo deseas ver el cielo, y pedir a Dios fuerza y voluntad para seguir adelante que te ayude y comprenda, pero claro... Dios no podrá hacer todo por ti, la fuerza es vital pero las ganas de hacer se llevan en el corazón, habrá que esforzarse un poco más. Después de todo... Siempre al final de la lluvia encontramos un arcoiris. Hasta luego.

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II - Puntos suspensivos



Llueve, deliro y suena un bolero.
Que me pone a pensar, a filosofar,
a descifrar y a lamentar.

Mientras, allí fuera, en las montañas,
se va izando despacito una bandera
de libertad, de perfección,
de poder justo y absoluto,
bandera con la cual
Ella siempre se proclama
pero nadie lo suele notar.

Y con el tiempo,
tal y como sentencian las escrituras
su ira descenderá sobre aquellos
que cegados de ingratitud y soberbia
sueñan de forma altruista
con declararse amos
y señores de su gloria.

Y entre pesadillas
que recrean mares bravíos
y ciudades en ruinas,
se escurre tanta realidad.

Llueve, y es que Ella,
hoy sólo tiene ganas de llorar.

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Perdonen mi locuacidad


Qué grosería sería asomarme al blog a contarles sobre pasajes amorosos, sentimientos contradictorios y demás vivencias y emociones de la juventud mientras el cielo ahí fuera se nos está viniendo encima. Literalmente.

Así que no voy a huir de la realidad a través de la ventana colorida de un cuento de ficción. En su lugar, esta noche vengo a darme un encontronazo con una realidad tan gris como los nubarrones que veo desde mi habitación. Vengo a quejarme, a gritarle al sistema y a reivindicarme. Vengo a decir cuestiones inútiles para desahogar la impotencia y así seguir practicando mi hobbie favorito: Lanzarle palabras al viento, como un tonto le lanza piedra a los aviones.

Pero es que sinceramente, a mí hay actitudes que me saben mal. Qué inconsciencia-porque es que no hay otra forma de describirlo- la de aquellos que se limitan a vivir tras la burbuja, gritando como borregos que todo saldrá bien mientras se sientan a "descansar" del insoportable peso del día a día. Quejándose de que las lluvias arruinaron la reunión en casa de Chucho y que la rumbita del sábado se achantó. De la inminente imposibilidad de disfrutar de las vacaciones decembrinas agarrando un solecito en la playa. Aquellos que llegan a casa completamente hastiados, ahogados y abrumados por el colón de la hora pico, a quejarse de las injusticias de la vida escudándose en sus días aparentemente difíciles. Gente que no come cuento para decirle al resto que dejen el pesimismo y tanta mala vibra.

Gente que no se morirá de una hernia, una subida de tensión o de un infarto, pero sí padecerá de una amargura infinita y de la sensación terrible e insoportable que resulta de la indiferencia crónica, la insensibilidad impuesta y la total ausencia de conciencia ciudadana.

Porque nunca nadie dijo que pa' ser alguien consciente y útil en el presente, hay que ser un mártir nacionalista. Por favor señores, sin demagogias, excusas o manipulaciones, vamos a ponernos los pantalones que ahora es que hay cabos sueltos por atar en este país. Que el cambio nace y se logra a través de cada uno de nosotros. Sin más.

Nota: Guardar silencio en lugar de decir sandeces puede ser también un gran aporte.

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Hacia Nunca Jamás


Ella solía soñar colgada a la ventana. Y perdía el sentido del tiempo y también el del espacio. Pasaba los inviernos contando suspiros sin aliento, veranos bailando en las farolas de la esquina, otoños contando con pasión sus historias y primaveras desgastando la sonrisa.

Ella solía soñar abrazada a la almohada y tanto ella soñaba, que jamás supo si las noches plateadas fueron mito o realidad.

Ella solía soñar mientras sus mejillas estaban pintadas de un natural rojo cerezo, mientras sus ojos brillaban con un fulgor intenso y su mirada vagaba perdida entre lo infinito de su sueño.

Ella solía soñar... Y con tanta devoción lo hacía que nunca jamás se supo como en cada sueño ella moría. Tanta fue la magnitud de su belleza y la inmensidad de su delirio, que aun en el Hades, consiguió un campo de rosas eternas donde inspirar al pensamiento para cantar una oda a los besos de fuego, al romanticismo a poca luz y a los paseos de Luna por la orilla del mar.

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I - Puntos suspensivos


Fue entonces cuando la historia dio un giro voraz,
terriblemente difícil de neutralizar.
Ya no había un "nosotros", pero tampoco un "jamás".

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Las tardes de domingo



Son raras. Como diría la canción de Amaral, que por cierto tenía mucho tiempo sin escuchar a pesar de que me solía gustar mucho. Supongo que es algo normal olvidarse de las cosas por la excusa perezosa de creer que no hacen falta. Cuanta flojera nos da pensar, ¿no?

Total, mejor me centro que ya me voy por las ramas. ¿Qué decía? Ah, sí. Las tardes de domingo son raras. Acumulan el cansancio de la semana y la fiesta de la noche anterior, la presión de pensar -cual intolerantes- que el lunes se acerca implacable. Son horas de estar por estar, de andar en casa, de ver alguna película. Quizá leer un buen libro, preparar una receta gourmet, dar una visita a los templos, o siestas de belleza. Y para los más modernos y enérgicos, el día ideal para pasear por una urbe de contrastes.

Me atrevería a decir que en domingo a nadie le agrada mucho pensar y por su parte, optamos por disfrutar de veinticuatro horas libres para hacer poco más que nada mientras hundimos la cabeza en la almohada intentando bloquear los pensamientos cada vez más pesados de un lunes que se viste de un traje muy visto y aburrido. Llenos de tedio y con una pizca de terror, intentamos huirle a esa rutina que igual nos ganará la batalla desde el instante en que apaguemos las luces y nos quedemos dormidos.

Mis tardes de domingo suelen ser más comunes de lo que imaginarían; los paso sin nada que contar y muchas ganas de desperdiciar el tiempo. Sin embargo, quizá hoy sí sea un domingo de los raros. Guiada por un impulso decido escribir alguna tontería antes de rendirme plácidamente entre los brazos de Morfeo, y así aprovecho para echar un vistazo a lo que él (Rob) escribe, mas pienso que aborrezco los tags tan simpáticos que adornan sus entradas. No es mi estilo, no va conmigo. Detesto tanto tecnicismo y tanta ansiedad por la clasificación. Pienso que podría escribir quejándome de él y sus tags, naturalmente a nadie le importaría mis intenciones. Pero debo admitir que tras apenas dos minutos escribiendo sobre domingos insustanciales desistí de encajar mis quejas anarquistas y me metí en la cabeza la idea de que tampoco estaría tan mal...

Es así como concluyo que adoro esos domingos (raros) donde sólo te levantas sonriendo y diciendo ¿qué más da? Incluso si hablamos de canciones, rarezas y etiquetas de blog.

Feliz inicio de semana. ;-)