Del pasado sólo guardo...


Esas risas que aún retumban en mi mente, entre recuerdos distorsionados e imágenes difusas de rostros que en aquel entonces compartieron conmigo. Esos besos caducados que yo guardaba en secreto, en la cajita de al lado donde solía esconder el corazón.

Los silencios, las cartas, las notas absurdas, los días de estar por estar, las noches de hablar y divagar. Las primeras emociones que me hicieron estremecer y sentir el ridículo cosquilleo del enamoramiento, esas que en su momento negué y hoy extraño a rabiar a pesar de haberme enamorado al menos diez veces más desde entonces.

Las lágrimas que en su momento sabían amargas y hoy me hacen reír. Los momentos de vergüenza, los momentos de burlarse de uno mismo, los cuchicheos y la complicidad sumada a esos chistes sin gracia que tanto nos solían gustar.

Los días del colegio, la timidez y la osadía ocasional de la infancia, las preguntas incómodas y los descubrimientos casuales que hacían que el día valiera la pena. Los días de Sol jugando con gente que hoy en día me resulta desconocida. Los días de lluvia, cantando canciones a guitarra, matando el tiempo y las ilusiones creyéndome demasiado mayor como para recurrir a la cursilería.

Las películas, las buenas y las malas, las de acción y las de terror, las románticas, las insulsas. Esas que se te calan en la memoria hasta el final de los tiempos. La esencia de cada una de esas charlas sobre el sentido de la vida y las filosofías más adecuadas, las que rebosaban de imaginación. De esas en las que jugábamos ser personalidades de vidas pasadas, mientras que -a la par- planeábamos futuros que a día de hoy todavía intentamos lograr.

Las canciones de amor. Pero sobretodo las de desamor. Esas que te servían para matar el tiempo hallándole un sentido desgarrador. También aquellas canciones que iniciaban un baile desenfrenado, regalándote al menos cinco minutos de libertad. Los hits de la temporada y los de antaño. Canciones de sueños, de fe, de alegrías, de batallas perdidas. Canciones que forman parte del soundtrack de mi vida.

Aquellas fotos que me señalan que los años no pasan en vano y me susurran que son retratos de épocas donde éramos felices, y no lo sabíamos, como mucha gente dice. Fotos espantosas y bochornosas, de esas que podrían bajarte el autoestima hasta que los suspiros de nostalgia cesan con una sonrisa.

Las fiestas, los bailes, los nervios, las conquistas y las cicatrices de numerosas caídas y derrotas. Medallas que tejen mi orgullo, sentencias de que soy ciudadana del mundo y estoy dispuesta a comérmelo aunque intenten cortarme las alas.

Los enfados, los días del "o me hablas o no te hablo", las sensaciones devastadoras al decir adiós. Pero olvido cuantas veces me enfadé, cuantas veces me ganó el orgullo y cuantas veces huí o te vi marchar. No porque a estas alturas me duela, sino porque de los recuerdos sólo busco quedarme con la mejor parte y porque de los números nunca fui muy amiga.

Los sentimientos, la gente que me quiere, la gente que quiero, las promesas rotas y aquellas que buscaré mantener. Porque sí soy sensible por naturaleza ya va siendo hora de aceptarlo.

Del pasado sólo guardo...

Los libros que entre líneas me dieron un mundo interior más vasto, las huellas en terrenos equivocados para no volver atrás, las palabras de los sabios que me formaron un criterio, las lecciones aprendidas y los retos ganados que me enseñaron a perseverar. Guardo mi fe para multiplicarla dentro y fuera de los templos, el coraje de no callarme ante una injusticia, los ejemplos de cobardía que son como un espejo del bien y el mal.

Las miradas que me robaron el aliento, los cálidos abrazos, los silencios contundentes, las sonrisas más hermosas, las travesuras, las aventuras prohibidas, los errores a los que te arrastra la ingenuidad. Porque esos momentos jamás se borrarán de mi memoria.

Todo aquello que necesito y deseo contemplar ahora que he decidido dar pasos firmes siempre hacia adelante. Sin que me pese, sin que me afecte, sin que me haga dudar.

Guardo los sueños y los héroes que van marcando mi juventud para que decoren las banderas que me encuentre el día de mañana. Para que sean las brasas que intensifiquen el fuego que mantiene viva la inocencia, la poesía y la niñez de mi corazón.

Y en el bolsillo derecho un papelito con una fórmula escrita a lápiz: Suma cada momento que te sacó una sonrisa e intenta multiplicarlo siempre que puedas.

¿Y tú, qué guardas?


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